En 1775 da comienzo el reinado de Luis XVI, que trajo un soplo de aire fresco para Francia. El rey es amigo de las artes, y Breguet aprovecha este hecho para poner en marcha su negocio, que avanza viento en popa hasta el estallido de la Revolución Francesa en 1789. La inestabilidad imperante en París le obliga a abandonar su país de adopción y regresar a Suiza. Tras su regreso a Francia, Abraham-Louis Breguet se entrega a la tarea de reconstruir su negocio y buscar nuevos clientes.
Hacia 1783, al mismo tiempo que presentaba sus innovadores muelles-timbre para los relojes con sonería, Abraham-Louis Breguet diseñó sus célebres agujas pomme, a las que dio su nombre. Su deseo de depurar las formas afectó también a las cifras arábigas, que afinó, y a las cajas, que adelgazó. Combinadas con esferas grandes planas en esmalte, estas líneas estéticas alcanzaron un gran éxito entre el público y tuvieron mucha influencia en otros relojeros.